Por Beatriz Literat
El 4 de septiembre se conmemoró el Día de la Salud Sexual y el 6 se conmemora el Día Mundial del Sexo, efemérides que nos invitan a reflexionar sobre cuánto sabemos en realidad sobre nuestra salud sexual. Hay un incentivo para que la gente sea más autónoma en su sexualidad y, sin embargo, en muchos casos, seguimos siendo casi analfabetos sexuales. Algunas reflexiones sobre esta cuestión.
Estamos en una época histórica en la cual la sexualidad dejó de ser, para mucha gente, una actividad normatizada, estructurada y limitada, para convertirse en una más libre y creativa. De a poco, las sociedades se despojan de los estereotipos y adoptan una mayor libertad para disfrutarla. Sin embargo, sigue faltando información genuina, y esta falta se traduce en algunas alteraciones que conocemos como Disfunciones Sexuales.
La sexualidad es una función que involucra los aspectos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales del ser humano y que, experimentada en su totalidad, le permite relacionarse con otra persona en el nivel más profundo. Además de generarle placer y mejorar su salud, puede motorizar la construcción de proyectos vitales como la formación de una pareja, de una familia y la creación de vidas humanas.
En esta nueva época, la falta de conocimientos genuinos en el área de la sexología (que provienen de la biología, las ciencias médicas y la psicología) hace que las personas se guíen por información superficial y poco consistente, que leen en general en las redes sociales o ven en videos sin ningún respaldo científico.
Discutimos durante mucho tiempo la pertinencia de la ESI en las escuelas, y, sin embargo, todavía existen muchos adultos que saben muy poco sobre la sexualidad. La paradoja es que, mientras hay personas que hablan, discuten y se expresan en forma pública sobre la sexualidad, muy pocas de ellas han recibido verdadera información profesional a través de fuentes genuinas. El discurso teórico que se expresa públicamente y la realidad de una sexualidad práctica, plena y feliz muchas veces están separados por un abismo de carencias de conocimiento.
Esta falta de educación vinculada a prácticas saludables, la falta de recursos adecuados que permitan el desarrollo de una sexualidad plena para las parejas y personas, la utilización sin orientación profesional de la pornografía, los juguetes sexuales, el sexting y otros, perpetúan muchas veces una disfunción sexual existente o generan otras. Esto es así, porque se plantean expectativas “de ficción” que inevitablemente concluyen en frustración y fracaso. La adquisición de verdaderas habilidades de empatía, sensibilidad, conocimiento del propio cuerpo, sensualidad y las actitudes de solidaridad, responsabilidad, respeto y buen trato hacia las otras personas, son características que refinan el enfoque sobre el propio placer y a su vez estimulan a un diálogo acerca del bienestar y la felicidad del/la compañero/a. En términos de sexualidad, el “para qué”, estimula un mejor “cómo”.
La falta de educación sexual es también una carencia de algunos profesionales de la salud, que no suelen tener en sus carreras capacitación al respecto. Así, se desaprovechan momentos valiosos de consulta donde aconsejar a pacientes sobre patologías sexuales. Muchas veces los mismos profesionales no atinan a encontrar la ocasión para alentar a sus pacientes a consultar a especialistas y la problemática sexual continúa manteniéndose en silencio por ambas partes.
Como siempre decimos, la sexualidad no es solo una actividad corporal que dura un momento; es muchísimo más que eso y se expresa durante todo el día y en todo momento de la vida: con el intelecto, con las palabras y la voz, con la gestualidad, con las miradas y con todos los sentidos en acción. El problema es que no nos damos cuenta de que esto está sucediendo y son momentos preciosos que se pierden. Además, no somos sujetos sexuales “a veces y dependiendo del otro”, somos sujetos sexuales autosustentables. La biología nos creó de ese modo y, nuestra psiquis nos dotó de creatividad, de habilidad para la comunicación y vinculación, para compartir emociones, experiencias y proyectos y así mejorar nuestra salud y calidad de vida. Lo que a muchas personas les falta para poder lograr estos objetivos, es perder el miedo o el prejuicio y animarse a preguntar a quienes puedan darles respuestas confiables y verdaderas.
(*): Médica sexóloga clínica y ginecóloga del Departamento Medicina Sexual Halitus Instituto Médico. MN 50294.